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Foto de Daniel Morduchowicz

José Antonio Jáuregui fue un singular intelectual español de la segunda mitad del Siglo XX. Nacido en un pequeño pueblo navarro (Eguillor), dedicó su vida a conocer la riqueza cultural de la especie humana, recorriendo el mundo entero, viviendo en cinco países y aprendiendo a hablar inglés, francés, italiano y latín.

Aunque se definía como antropólogo sus libros, artículos y series de radio y TV abarcaban la psicología, la sociología, la política, la filosofía, la ecología e incluso la teología.

Sus teorías se anticiparon a las vanguardias científicas, siendo por ellas candidato al premio Principe de Asturias, y sin embargo apenas leía a sus contemporáneos, prefiriendo la relectura de Platón y Aristóteles (en el griego original), de Cicerón y Tácito (en latín), de Kant, Hobbes, Maquiavelo, Cervantes, Dante, Shakespeare, Santo Tomás de Aquino, San Agustín, Descartes, Rousseau, Darwin, Marx, Weber, Freud y el resto del pensamiento clásico.

A pesar de su gran erudición, resultaba tan campechano y carismático sobre el escenario que hacía reír y llorar a cualquier público --motivo por el cual le propusieron presentar sus propios programas de radio y televisión.

Motivaba a sus miles de estudiantes universitarios a leer también a los grandes pensadores, a cuestionar las "verdades" comúnmente aceptadas, a desarrollar sus propias ideas originales, e incluso a llevarle la contraria en clase --motivo por el cual muchos de estos estudiantes le han considerado el mejor profesor que jamás tuvieron.

Difícil de clasificar a nivel político, con ministros de derechas y activistas de izquierdas entre sus amigos, publicó sus más de 800 artículos en todos los principales periódicos de España, entre ellos El País, El Mundo, Diario 16 y ABC -que escribía con pluma hasta bien entrado el Siglo XXI.

A nivel religioso, se definía como cristiano. De hecho, su primera vocación fue religiosa, llegando a ordenarse sacerdote en una orden misionera. Sin embargo, abogaba por una visión ecuménica de la religión, identificándose con la poesía de Ibn Al Arabí, místico sufí: "mi corazón acoge todas las formas: es pasto para las gacelas, claustro para monjes, templo de ídolos, Kaaba del peregrino, tablas de la Torá y libro del Corán. Yo sigo la religión del Amor y sea cualquiera la dirección que tome su cabalgadura, ésa es mi religión y mi fe." Sus ideas sobre el tema se recogen en el libro Dios Hoy.

Inspirado por esta fe, fue también un comprometido defensor de los derechos humanos, el entendimiento entre los pueblos y los valores universales, promoviendo numerosos proyectos como la Academia Europea de Yuste o un monumento a la libertad construido a partir de trozos del Muro de Berlín.

A nivel personal, fue una persona volcánica, apasionada, habladora, y al mismo tiempo de una capacidad reflexiva pasmosa. Su gran empatía y curiosidad hacía que los desconocidos le confesaran sus secretos en pocos minutos. Así fue que desarrolló una red de amigos casi infinita, especialista en lo que él llamaba "amistades íntimas efímeras" --las que se establecen, por ejemplo, en un ascensor.

En estas conversaciones cotidianas (y también a menudo en sus obras publicadas), citaba siempre a su amada familia --su mujer Teodora Narvaez y sus cinco hijos Eduardo, Pablo, Javier, Elena y Maite.

En esta web, nos toca a nosotros hablar de él.